Sí queremos saber qué nos depara el futuro en lo tocante a la tecnología nada mejor que contar con las palabras de un auténtico especialista demostrado en inventos. Con ustedes el señor Thomas Alva Edison y sus predicciones para el año 2011 que acabamos de empezar. Eso sí, reconozcamos que sus pronósticos quizá no sean todo lo concretos que algunos desearíamos (no, no habla de las características finales del iPad HD) pero para haber realizado sus predicciones hace un siglo tampoco anda muy descaminado. Y aún hay más.
El 23 de junio de 1911 el diario Miami Metropolis incluía en sus páginas algunas profecías en las que el multipatentador Edison ofrecía su visión de cómo sería el mundo un siglo después.
Y ya hemos llegado a ese futuro, así que ha llegado el momento de ver en qué acertó y en qué se equivocó. Edison vaticinaba que “el viajero del futuro sentirá desprecio por la tierra como si le hablasen de gatear. En su lugar preferirá volar por el aire, más rápido que tragar saliva, a una velocidad de doscientos kilómetros por hora, en máquinas colosales, que le permitirán tomar el desayuno en Londres, realizar transacciones de negocios en París y comer su almuerzo en Cheapside“.
En cuanto a nuestras edificaciones don Thomas avanzaba que “la casa del próximo siglo se construirá desde el sótano hasta el ático con acero, a una sexta parte del costo actual. Será de acero tan ligero que resultará tan sencillo de mover un aparador como lo es hoy levantar una silla de salón. El bebé del siglo XXI se mecerá en una cuna de acero, su padre se sentará en una silla de acero, comerán en una mesa de acero, y el tocador de su madre estará lujosamente equipado con muebles de acero, con la apariencia del palo de rosa, la caoba, o cualquier otra madera de las fantasías de la señora gracias al ingeioso trabajo de aplicación de barnices especiales”.
Sobre la fuerza motora por antonomasia en la época a punto de ser desplazada por el petróleo, Edison ya avanzaba que quedaría obsoleta y en el futuro sería la electricidad la que movería los vehículos. En cuanto a los libros ya imaginaba que serían impresos en láminas de níquel capaces de albergar toda una biblioteca en un único volúmen. Un libro de menos de medio kilo de peso y una pulgada de grosor albergaría toda la Enciclopedia Británica. Estos libros además serían flexibles.
En lo que parece que se equivocó un poco es en su idea de que en el futuro el oro no sería ya un metal tan preciado pues se descubriría algo así como la piedra filosofal capaz de transmutar cualquier material y así el oro sería tan común que hasta los taxis serían dorados. Claro, que tal vez estaba describiendo los taxis de hoy día en Nueva York.
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