29 marzo 2010

El zapato perfecto... por Einstein

Mayúscula fue la sorpresa de Peter Hulit, un zapatero de Princeton (New Jersey), cuando a finales de 1952 recibió en su tienda de zapatos una llamada telefónica de urgencia...

Helen Dukas, secretaria de Albert Einstein, le pedía que acudiese cuanto antes a casa del gran físico para ayudarle a resolver un problema: le dolían los pies y necesitaba unos zapatos nuevos.

Hulit, buen conocedor de su profesión, debió pensar que resulta muy difícil concentrarse y hacer bien las cosas cuando te duelen los pies... incluso si eres un genio. Así que no lo dudó un instante y, llevando consigo un medidor de pie y unos cuantos pares de zapatos, se presentó en casa de Einstein.

Al entrar en la pequeña casa de dos pisos, Hulit, todavía asombrado, se encontró a Einstein bajando por las escaleras y fumando su pipa. El físico le dio la mano e inmediatamente sacó del bolsillo trasero del pantalón un pedazo de papel doblado.

“This is the problem” dijo señalando el trozo de papel:


Se trataba de un rápido esbozo en el que Einstein ilustraba su problema del dolor de pies así como el diseño de un zapato más cómodo: el zapato perfecto. Einstein había escrito en la parte superior: “representación del peso?”

Más abajo había dibujado dos bocetos de su pie derecho, que mostraban el patrón de la presión en el pie. El boceto que etiquetó como “bad” (malo) mostraba su problema actual: la presión se concentraba en su dedo gordo y en el borde exterior de su pie, causándole dolor. El etiquetado como “good” (bueno) mostraba la solución de Einstein, lo que para él sería el zapato perfecto: un zapato que permite un amplio espacio alrededor del pie para que la presión pueda ser mejor y uniformemente distribuida.

El bueno de Einstein caminaba casi todos los días cerca de dos kilómetros desde su casa hasta el Institute for Advanced Study. Como buen investigador científico había tratado de averiguar la causa de su propio dolor de pies, así como encontrar una solución que le aliviase... pero a veces no hace falta ser un genio para diagnosticar un problema.

Como el propio Peter Hulit dijo más tarde:
"Einstein tuvo la idea correcta. Sin embargo, lo que realmente ocurría es que Einstein había ganado algo de peso en su avanzada edad, y sus pies cambiaron de talla."

Después de la medición, Hulit llegó a la conclusión de que el profesor sólo necesitaba unos zapatos más grandes. Únicamente eso.

Cualquiera de nosotros, al igual que el zapatero de Einstein, habríamos pensado simplemente en comprar un zapato más grande como solución al problema. No le daríamos más vueltas. Pero el cerebro del gran físico estudiaba y analizaba la situación de otra manera más profunda y compleja, dando finalmente como solución aquel “zapato perfecto” de su boceto que, al final, era lo mismo que un zapato de más talla... aunque desde una perspectiva más científica.

Esa fue la grandeza de Albert Einstein: imaginar, pensar y percibir las cosas de manera distinta a como se había hecho hasta ahora, analizándolas y tratando de encontrar una explicación lógica desde varios puntos de vista.

... Y así revolucionó la física.

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