El espíritu humano ambiciona siempre romper nuevos récords, sean éstos de lo que sean y por absurdos que puedan parecer; pero quizás, uno de los más ambicionados sea el de velocidad. Luchar contra las propias fuerzas, contra la imaginación o la inventiva; luchar contra los medios técnicos que se poseen… todos son retos continuos, y el superarlos es un éxito en lo personal que nos llena.
El primer récord de velocidad en coche reseñable se batió en el año 1899. Un 29 de abril se batió por primera vez la cifra de los 100 Kms/h. “La Insatisfecha” (le jamais contente), que así se llamaba el coche conducido por el belga Camile Jenatzy, funcionaba con electricidad. Sin embargo, apenas 7 años después, su récord se quedó bastante atrás, pues en el año 1907 se batió el record de velocidad, sobrepasando las 100 millas por hora, equivalentes a nuestros 160 km/h.
El primer coche realmente reseñable fue el Blue Bird, un vehículo que durante años hegemonizó todos los records habidos y por haber. Comenzó en 1924 batiendo su primer récord que establecería en más de 235 km/h. para acabar diez años más tarde dejándolo en 484 km/h. lo cual para tratarse del año 1935, con los medios técnicos que se poseían por aquel entonces, era realmente sorprendente. El héroe que consiguió todos aquellos hitos se llamaba Malcolm Campbell.
Casi 30 años después, en 1964, su hijo, Donald Campbell, que había adquirido la misma pasión por los coches, construyó otro coche especialmente diseñado para “volar”, y estableció un nuevo récord en casi 645 km/h., en Australia.
Por su parte, el primer vehículo terrestre que superó los 1.000 km/h. fue el BlueFlame que dejó en Utah el récord en 1.001 kms.
El de 1983, igual lo recordamos muchos de nosotros. Pudimos verlo por televisión cuando en los telediarios vimos como un auténtico cohete terrestre “volaba” sobre las arenas del desierto de Black Rock, en Nevada. El coche era el Thrust 2, de Richard Noble, y conducido por Andy Green. El coche tenía dos potentísimos motores Rolls Royce, y consumía la friolera de 18,2 litros de gasolina por segundo cuando aceleraba, y ¡¡ 5.500 litros por cada 100 kms.!! a máxima potencia.
Aún así, no sería ni mucho menos el último récord pues faltaba por romper la barrera del sonido con un coche, y eso también se lograría en el año 1997. El Thrust SCC alcanzó ni más ni menos que más de 1.233 kms./h. y su logro se supo cuando un estruendo acompañó a la máxima potencia del vehículo: el del preciso momento de la ruptura de la barrera del sonido.